Cada persona que nace en una sociedad conformada por otros seres humanos, tiene un nombre que se lo ponen sus padres y hereda un apellido de ellos. Esta característica hace a su autenticidad dado que la identifica con respecto a otra.
Sin embargo, también existe una manera de llamar a un individuo que es falsa y modifica los datos históricos de un individuo. Esa forma de denominar a alguien se conoce como apodo.
El Apodológico llegó a esta afirmación, a partir de que el sobrenombre que se le pone a cada persona es inventado. Esto se explica por el principio básico de que el lenguaje en sí mismo es creado por una sociedad.
Por lo tanto todas las palabras están comprendidas en el diccionario de la RAE (Real Academia Española). Allí, se modifican a gusto y placer de los intelectuales que integran la clase dominante de este mundo globalizado, cuyas comunicaciones están interconectadas a la largo del globo terráqueo, permitiendo que una noticia en cualquier parte del mundo circule y se difunda en todos los países.
Se considera como un dato falso al apodo de una persona cuando sus amigos, compañeros de trabajo, familiares le inventan el sobrenombre por un motivo o rasgo que creen descubrir en el individuo, que es sometido a un sobrenombre, con la condición de que el mismo es falso. Esto es así, porque esa característica llamativa que provoca ponerle el apodo a alguien en realidad no existe como tal.
Entonces se está ante una teoría del espejo, donde el que pone un sobrenombre se ve reflejado en el otro y por esa razón le pone un apodo para identificarlo.
Otro aspecto falso en el seudónimo de un individuo trae como consecuencia la ausencia de personalidad de un individuo, porque al ser denominado con un apodo pierde su verdadero nombre y apellido. Por ende, sus amigos, familiares y/o conocidos lo llamaran como lo han apodado.
Por estos motivos, El Apodológico considera falso a apodar a una persona.
Sin embargo, esta característica intrínseca de los sobrenombres se puede transformar en un hecho verdadero cuando el grupo o sociedad, a un nivel macro de relaciones cree que el apodo es real.
Esta última afirmación hace que la acción de poner un sobrenombre sea un aspecto positivo en relaciones sociales que se dan en el mundo.
Pd: Toda contradicción que encuentre en esta nota con respecto a la de “Análisis de la identidad que el apodo le otorga a una persona” puede ser interpretada como las dos caras de una misma moneda.
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